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Oxígeno de Ganancias y Pérdidas

Algo que me motivó para iniciar este blog, triste y dolorosamente, fue una pérdida. En realidad, fueron varias pérdidas que me gustaría compartir porque en este casi mes que llevo de duelo, me he dado cuenta que hay muchas personas a mi alrededor que no saben cómo reaccionar o huyen ante el dolor de otro ser humano, se sienten incómodas y terminan con frases como "sé fuerte y échale ganas". ¡Y está perfecto! Nadie nos prepara para que la respuesta a nuestra pregunta de "¿cómo estás?" sea una historia triste con lágrimas incluidas. Tal vez si yo no fuera terapeuta, aplicaría la de cambiar el tema y no volver a preguntar. Aun así, habemos personas extrañas en el mundo que sí nos gusta hablar lo que nos pasa y qué mejor que contarles.


Inicié el 2019 con toda la fe y esperanza de que, con ayuda de un tratamiento de fertilización in vitro, podría convertirme en mamá. Ya había pasado año y medio y simplemente no sucedía, ya había escuchado mil veces "relájate, no pienses en ello, déjalo fluir, tú eres psicóloga y sabes de eso, ya llegará". Y no, nada de eso ayudaba, yo sólo me quedaba con el cariño y las buenas intenciones de las personas con sus consejos. Pasó el primer tratamiento, medicinas, hormonas, inyecciones en la panza, dos veces al quirófano... y no, los 2 embrioncitos que me transfirieron no se implantaron. Y peor aún, no había una explicación y yo que todo lo quiero entender para acomodarlo en mi mente, me volvía loca. Aquí si apliqué la famosísima frase de “las cosas pasan por algo” y decidí junto con Luis, mi esposo, que lo haríamos de nuevo. Dejamos pasar unos meses en los cuales cambié mi alimentación porque quería estar completamente sana para ahora sí recibir a mis bebés. (¡por supuesto quiero a los 2 de una vez!). Y en septiembre, ahí vamos de nuevo… medicinas, hormonas, muchas más inyecciones, quirófanos y la espera de 14 días después de la trasferencia de los embriones para saber si pegaron. ¡¡¡¡Y sí!!!! me había convertido en mamá de 2 embrioncitos… llegué a ver sus corazoncitos latir a toda velocidad, escucharlos… pero también llegó el día de descubrir que uno había dejado de latir y 3 semanas después, el segundo. Llegó el día, a las 9 semanas de embarazo, en que pasé la peor de las noches de mi vida sabiendo que dentro de mí había 2 seres sin vida y que, a la mañana siguiente, tendrían que “aspirar” de mi cuerpo. Y seguía sin haber explicación.


Me cuesta aun describir lo que hoy siento, una mezcla entre tristeza, desilusión y un dolor en el pecho que a ratos me asfixia. Ha sido una montaña rusa física, mental y emocional de la que me parece saldré bien librada. Claro que hubo y habrá días en los que me daré por vencida y, como digo yo, me tiraré al drama y no encontraré sentido alguno a mi presente y futuro, pero estoy convencida que tengo toda la capacidad y amor para salir de esos hoyos negros. Algunos le llaman fortaleza, pero yo creo que he aprendido en 35 años a ver las ganancias de las perdidas. Gané la certeza de que, si bien no vivieron mucho tiempo, tengo la capacidad de alimentar vida dentro de mí. Gané una relación de pareja mucho más fuerte, un amor más profundo, un apoyo incondicional que no conocía hasta el día de hoy. Gané darme cuenta de que a las personas nos hace falta mucho valor para mirar hacia adentro y después a los demás, ser empáticos y sentirnos cómodos acompañando a otro en su dolor como en sus alegrías y esto, lejos de sorprenderme, me llena de satisfacción al saber que tal vez yo pueda acompañar en ese camino, en ese descubrimiento de sí mismo a alguien más, así como mis terapeutas lo han hecho conmigo. Gané sentirme muy viva a través del dolor y con esos suspiros de vida, ando flotando en mi vaso.


MRP*



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